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Opinión CESM >> Sanidad 2035: ¿un futuro distópico?

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Publicado el 06/10/2021
 Elaborado por nuestra tesorera y portavoz, María José Campillo Palomera, y publicado en prensa digital sanitaria nacional 

España 2035: la pandemia del SARS-CoV2, que tantas vidas segó en nuestro país, se estudia en los libros de historia. Estos días hacemos frente a una nueva pandemia, esta vez de un influenza con una letalidad elevada. Llegó a los seres humanos desde un animal salvaje, uno de tantos que había perdido su hogar en los bosques como consecuencia de la deforestación.
 
Como todas las pandemias, la afectación es global y cada día la afronta en función de los recursos de los que dispone y el sistema sanitario con el que cuenta.
 
En España, la situación de la Sanidad en este año 2035 no deja lugar al optimismo. En 2020, se creó la Comisión de Reconstrucción sanitaria y social para intentar reconducir los problemas de la Sanidad. Esa comisión no se volvió a reunir tras publicar sus conclusiones, las cuales jamás fueron ejecutadas. Es más, en el año 2021, el entonces presidente del Gobierno nacional planteó que la financiación destinada a la Sanidad fuera del 7 por ciento del PIB para el año 2050… El resultado fue que los problemas se fueron agravando con la inercia acumulada hasta llegar a nuestros días.
 
"En la España de 2035, la Atención Primaria alcanzó la ratio de 1 médico para atender a 10.000 pacientes por la falta de aspirantes a las plazas de Medicina de Familia en el primer nivel asistencial y cuando se jubilaron los últimos valientes que hacían frente a esa situación, la Atención Primaria cerró sus puertas para siempre. Ningún gobierno hizo nada por evitarlo."
 
La Atención Primaria desapareció hace 5 años. Durante años se habló de que iba a ser potenciada pero su abandono fue tal que ningún médico de las nuevas generaciones quiso trabajar en ella. Se alcanzó la ratio de 1 médico para atender a 10.000 pacientes por la falta de aspirantes a las plazas de Medicina de Familia en el primer nivel asistencial y cuando se jubilaron los últimos valientes que hacían frente a esa situación, la Atención Primaria cerró sus puertas para siempre. Poco tiempo antes, ya se habían extinguido los pediatras en los centros de salud. Ningún gobierno hizo nada por evitarlo.
 
La desaparición de la Atención Primaria
 
La desaparición de la Primaria provocó que los ingresos hospitalarios se disparasen y que los servicios de Urgencias, tanto hospitalarios como extrahospitalarios, no pudiesen asumir la demanda, así que hubo que seleccionar a los pacientes y solo se podía atender a los de extrema gravedad: accidentados de tráfico en estado grave, infartos, cirugías de urgencia… el resto de pacientes no conseguía asistencia.
 
Las clases con mayores recursos económicos recurren a la Sanidad privada, pero el resto no puede acceder a un médico, así que la mortalidad infantil y de adultos se ha incrementado. La esperanza de vida ha disminuido a niveles de hace más de un siglo y la morbilidad está lastrando a muchas empresas, que no pueden sostener la carga económica de trabajadores enfermos. No hay soluciones a corto plazo.
 
Se ha impuesto el modelo sanitario estadounidense, en el que obtienes asistencia sanitaria en función de los seguros de salud que tus ingresos te permitan contratar. La mayor parte de la población, en un país azotado por una crisis económica y con grandes desigualdades, solo accede a una Sanidad de beneficencia. Padecer una enfermedad crónica supone la ruina económica para muchos españoles por los elevados costes que implica.
 
Pero no solo la Atención Primaria cerró sus puertas. Desde hace años, los médicos y las organizaciones profesionales que los representamos habíamos avisado de la dificultad para encontrar médicos que pudiesen dimensionar adecuadamente las plantillas de los hospitales y centros de salud de los núcleos poblaciones más alejados de los mayores núcleos de población.
 
Esta situación siguió a una deriva sin soluciones. Al principio, unas pocas plazas de médicos se quedaron desiertas. Pronto, fueron muchas esas plazas que quedaron sin cubrir. Se les denominó “plazas de difícil cobertura” y ninguna administración hizo nada por revertir la situación.
 
Como cada vez el número de facultativos en estos centros periféricos era menor, la sobrecarga que provocaba en el resto hizo que los profesionales fueran abandonando el barco, poco a poco, agotados, exhaustos.
 
Ante este problema, los políticos tomaron muchas decisiones erróneas, sin querer abordar la solución real, que era el incentivo económico para los médicos que trabajasen en los centros afectados.
 
La población de aquellas zonas, poco a poco, se tenía que desplazar a los grandes núcleos poblaciones para ser atendidos. Los servicios periféricos se iban quedando vacíos hasta que cerraron sus puertas, uno a uno.
 
Medicina de guerra en España
 
En este año 2035 (no hace tanto de 2021), los únicos hospitales que resisten son los de las grandes ciudades, pero hasta en ellos el riesgo de fuga de los facultativos es muy alto por la sobrecarga que provoca tener que atender a toda la población de la provincia o de la Comunidad Autónoma.
 
Se practica una Medicina de guerra, con el triaje de los enfermos más graves, que son los únicos que reciben asistencia. La situación es dantesca. Hay personas que mueren esperando recibir asistencia en la puerta de esos mismos hospitales, mostrando las más duras consecuencias de la desigualdad y el fracaso de la Sanidad pública.
 
Por otra parte, los municipios que perdieron sus hospitales y centros de salud, poco a poco, se fueron despoblando y muchos han ido desapareciendo. La gente se concentra en las grandes urbes y la falta de servicios sanitarios ha contribuido a que, incluso en regiones en las que no existía el concepto de “la España vaciada” ahora sea una realidad.
 
Por supuesto, el índice de mortalidad en estas zonas es mucho más que alto que en las capitales, precisamente debido a la distancia con los centros sanitarios.
 
Lo más trágico de todo es que se pudo haber evitado si en los años previos se hubiese invertido lo que la Sanidad necesitada; si se hubiese atendido a la falta de médicos y se hubiesen planificado las necesidades reales de especialistas; si se hubiese ofrecido estabilidad laboral y profesional en lugar de precariedad; si se hubiesen mejorado las retribuciones…
 
Pero la realidad de lo acontecido fue muy diferente. La Administración optó por pensar que la Sanidad era una gasto en lugar de una inversión y que el médico era un empleado público que ya cobraba demasiado.
 
Durante años, los médicos resistieron unas condiciones de trabajo difíciles de aguantar, manteniendo la máxima responsabilidad. Fueron años en los que las cosas podían haber cambiado. Ahora, aquellas malas decisiones tomadas por los políticos nos han llevado a una realidad desoladora, casi imposible de revertir.
 
Estamos en el año 2035 y esta es la realidad de nuestros días… ¿o quizás es una distopía?

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